Ser intensas

Nov 03, 2025

Leo: “...en el amor me fue mal porque soy muy intensa.” Es un artículo de una mujer que cuenta
que ha conocido a un hombre que por fin la ama tal y como es.

Intensa.

Esa palabra repetida tantas veces por el otro y por una misma/o. Esa palabra como un arma
arrojadiza que destruye de un solo golpe cualquier posibilidad de conciliarse con cualquier
modalidad de paz interior. Dicha además por ese otro/a, ese que en realidad tal vez quiere decir otra
cosa, como que no sabe lo que siente o lo que quiere y tu fuerza le apabulla o simplemente le invade
porque no sabe defenderse de ella. Por poner un ejemplo.

Intensa es una palabra contaminada por otra que no está dentro de su significado pero sí dentro del
imaginario que la invade: intensa está vinculada a dramática o loca. Algo así como ser una persona
que vive constantemente desbordada de sí misma. Sin embargo si cambiamos esa palabra por otra
con el mismo significado pero sin contaminar por nuestros introyectos ancestrales, por ejemplo por
“potencia” que es un sinónimo de la misma, la información cambia. “Me ha ido mal en el amor
porque soy muy potente”. Entonces a lo mejor en el amor tú tienes la potencia de un tigre y has
buscado pareja entre abejas o toros cuya potencia no era compatible con la tuya. Entonces vemos
que la negatividad que le rondaba a la palabra intensa se difumina a favor de un rasgo a priori
positivo. Ser potente implica tener una potencia específica para hacer, sentir, vivir, pensar algo. Por
lo tanto ser intensa es ser potente y hasta aquí yo solo veo algo maravilloso.

Para mí el tema es otro: ¿Dónde ponemos esa potencia, esa intensidad, a servicio de qué o quién?
¿Cómo la vivimos, la conjugamos, la desarrollamos?

Me ha ido mal en el amor porque he puesto mi intensidad al servicio del poder, del autoengaño, del
orgullo, del sabotaje, del conflicto, de la languidez extrema, en contra de mí, de mi corazón y mi
sexualidad, dejando que mi potencia se vuelva una cárcel y no una llave para desarrollar mi libertad.

Seamos intensas/os, locas/os y lo que nos de la gana, pero pongamos bien el ojo y apuntemos con
tino hacia la alegría, la humildad, el amor que expande y alimenta. Hacia lo compatible en el
sentido de posible. Y para ello, tal vez necesitemos mirar dentro de nuestra mente (pidiendo ayuda
seguramente) e identificar en qué momento, en qué pensamiento, en qué emociones-heridas

infantiles y adultas nuestra intensidad, nuestra potencia se desvirtúa girándose hacia el sufrimiento
propio y ajeno y no hacia el disfrute y la salud de nuestros vínculos.

Dejemos de juzgarnos para empezar a comprender. A liberarnos de las etiquetas.
Responsabilicémonos de nuestras potencias y vivámoslas intensamente y con ganas. No tenemos
otra cosa que hacer.

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