‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌
Mostrar en el navegador web

Hola Charo,

 

SEGUNDA PARTE:

Hasta que un día toqué fondo. Y fue haciendo macrobiótica.

Las restricciones se convirtieron en religión y mi maestro de Medicina China en Dios.

Evidentemente no eran ni él ni la macrobiótica los responsables, era el deseo de “ser perfecta” el que me manejaba, el que mordía mi autoestima sin piedad desde el lugar más oscuro de mis creencias.

Por suerte también fue mi propio maestro quien me ayudó a deshacer el nudo poco a poco con su amor y sus enseñanzas: aquello que es tu dolor y tu fragilidad, es el camino de tu maestría.

Recibí ayuda de personas maravillosas en el proceso de soltar mi identidad “Nadie”.

Migue, mi pareja en ese último momento a la que engañaba reiteradamente escondiéndome para comer y vomitar, me enseñó una de las lecciones más importantes diciéndome: Rut, yo confío en ti aunque me mientas. ¿Por qué no confías en ti aunque te mientas?

Su confianza en mí no dependía de decir o no la verdad, y eso para una persona con trastorno que miente porque SE miente, abría un nuevo camino: mientras una parte de mí actuaba el trastorno, otra parte de mí confiaba en que podía atravesarlo. Y esa parte empezó a ponerse las pilas, y esa parte empezó a ser “Alguien”.

 

Salí del bucle. Como Migue no me juzgaba dejé de esconderme de él, y al hacerlo dejé de hacerlo de mí misma.

Empecé a hablar de lo que me pasaba, a pedir ayuda terapéutica, a contarlo sin culpa.

 

Al año dejé de vomitar. Y durante ese año decidí que pondría mi proceso al servicio de otras personas, mis conocimientos adquiridos y mi capacidad para confiar en la fuerza interna de cualquier ser humano por encima de los trucos propios de sus neuras. Tal como el amor de Migue me enseñó a mí. De mi maestro, familia, amigxs.

 

La potencia con la que alimentamos nuestro trastorno es la misma exacta que la potencia con la que podemos salir de él, no es cuestión de milagros sino de prioridades.

De salir de la queja que alimenta la impotencia para dar pasos, aunque sean pequeños, hacia la comprensión y el amor propio. Hacia la acción alegre de poder elegirte.

 

La Medicina China con su mirada sabia y ecuánime fue la gran herramienta de conciencia que usé y sigo usando para avanzar hacia mí misma. Por eso he querido unir esas dos maestras, la medicina china y la experiencia, para crear el curso “El alimento emocional”.

Para que empecemos a reflexionar sobre nuestra relación con nosotras mismas/os a partir de observar la relación con la comida.

Para que dejemos de juzgarnos y comprendamos lo que nos pasa. Para que empecemos a alimentar a ese “Alguien” que somos para nosotras mismas /os. Y por qué no, también para el mundo.

 

Un abrazo,

Rut

Anular la suscripción | Enviado por Rut Muñoz
Rauric • Barcelona, Barcelona • 08002